Lluvia.
Desde aquel fatídico día de Julio, al chico sin identidad sólo le quedaba la luvia, nada más.
Ya no quería correr como los pumas, ni volar como los tucanes. Y mucho menos preguntarse sobre su existencia.
La Luna no tenía efecto sobre él ya. Algún Dios bromista jugó con sus vidas cuál titiritero aburrido. Pero las cuerdas de la funambulista oriental se rompieron y esta se destruyó en mil pedazos. Igual que el corazón del médico loco. Ya no quería salvar vidas. No pudo salvar la que era más importante para él
...NO PUDO SALVAR A NADIE...
ni si quiera se pudo salvar él mismo.
Ahora, vaga desolado, con la mirada perdida, sin ilusiones ni sueños. Necesita que alguien le despierte de esta pesadilla. Pero, al estar repudiado por su clan, yace solo en algún rincón de la oscura selva. Enorme, vasta, y carente de vida a simple vista, como su mente.