sábado, 24 de marzo de 2012

Redemption; Chapter four, Behind the Darkness

4º - BEHIND THE DARKNESS

Oscuridad intensa. Luces cegadoras.

Autodestrucción.

Personas.


Oscuridad. Hiciese lo que hiciese, Ilhuicamina no hallaba más que sufrimiento. El dejarse llevar por la corriente con un fino hálito de vida, muestra de su fuerza de voluntad y el rechazo ante el sometimiento divino, le dió que pensar. Quizás él era en si mismo la oscuridad, fuerza celestial que atraía todo lo malo. Bondad que en cierta parte del camino se tornó perversa. Dolor angustioso. Rabia irrefrenable, deseosa de salir de un marchitado cuerpo. Meditó largo y tendido si al mundo no le iría mejor si el ya no estuviera y tomó una decisión de cobarde. Huir. No había hecho otra cosa en su vida. Nunca plantó cara a sus problemas, solo agachaba la cabeza, cerraba los ojos y salía corriendo. 
Decidió dejar de seguir flotando, imbuirse en las gélidas aguas del río y no volver a la superficie, nunca más.
Cerró los ojos. La Luna sería testigo de su final. Su magia ya no le hacía efecto, ya no podía continuar. 

- Yo también quería esas alas... Maldigo a los pájaros, que nacieron con el don de la libertad.

...Y soltó todo el aire que había en sus pulmones...

Poco a poco, se fue sumergiendo. El frío, se fue haciendo más y más intenso. Un frío que le quemaba la piel. Y perdió la consciencia, como en aquellas noches en la selva en las que solía dar rienda suelta a su locura. Empezó a ver su vida a la velocidad del rayo. Recuerdos felices se alineaban con sucesos trágicos. Unos y otros  montaban una coreografía rítmica. Secuencias vertiginosas de una vida propia. Llegó el momento del salto al vacío, y todo se tiñó de negro. Últimamente su vida giraba en torno a ese color. No conseguía ser feliz a pesar de buscar la felicidad en cada una de sus acciones. Por eso tiraba la toalla. No había ganas de seguir el espectáculo. Con un poco de suerte, vería a sus seres queridos en la otra vida.
 De repente, vio un punto blanco. Minúsculo, extremadamente pequeño, casi irrisorio. Esta efímera luz se fue haciendo cada vez más grande, y de ella salió una silueta femenina. Reconocería esas curvas a kilómetros de distancia. Esas curvas que tanto añoraba. Cada minuto de su triste existencia. Ella se acercó con paso firme. él se puso en pie; ya no sentía miedo. Cuando se encontraron frente a frente, sus caras fueron acercándose. Se fundieron en un pasional beso. Un beso que pareció eterno. Un beso para devolverle el aliento. Un beso para devolverle la vida.
Cuando se separaron, Zipactonal susurró sus últimas palabras:

- Es hora de despertar.

Y acto seguido le propinó una brutal bofetada al muchacho.

Ilhuicamina abrió los ojos poco a poco. Se encontraba tumbado boca arriba sobre tierra. El agua del río, congelada como cualquier noche, se colaba entre los dedos de sus pies, haciéndole cosquillas. Se sentía vivo. Empezaba de cero. Y no volvería a huir...
Tras él, suenan pisadas y lo que parecen voces humanas, pero se encuentra demasiado débil para entender lo que dicen:

- ¡Ayuda! ... muchacho ... río ... fuego ... calor ... .

Con los ojos aún entreabiertos, vislumbró la escena que se exponía ante él. Grandes construcciones de piedra que llegaban hasta el cielo se entremezclaban con casitas de paja y animales que no había visto nunca. Luces por todas partes. Todo eso era nuevo para él. Pero no tenía miedo. El dolor le había hecho fuerte.