sábado, 28 de abril de 2012

Interludio; Rainy Days

Pues aquí estamos, en la estación de autobuses esperando... Hoy ha sido un día de locos y, por ello, os voy a contar mis ensimismamientos mientras caminaba en silencio bajo la lluvia...

16:15

Madre mía, puta maleta, es un coñazo el tener que colocarlo todo si va a ir todo derecho a la lavadora... media hora de mi vida perdida tontamente, y encima ahora tengo que ir hasta el Eroski a comprarle el regalo a mi hermana, ¡toda la tarde a la mierda!, con lo agustito que estaba yo echado a siesta... será una vida de perros, pero es mi vida de perros, y tengo derecho a una siesta ininterrumpida. Pues nada, ya está todo colocadito, lo justo para recogerlo rápidamente cuando vuelva e irme a la estación. ¿Dónde coño estará Raúl?.

"Ven, ven, lejos de los malos sueños, donde nuestro amor no sienta miedo..."

16:20

Vale. De lujo. El L8 se acaba de ir en mis narices, me da que me va a tocar mojarme un poco... pero bueno, así me entretengo escuchando música. Espera, espera, que tengo el presentimiento que va a aparecer ahora en cuanto me mueva. Media vuelta. Vale, esto desmotiva bastante, movámonos sin mirar atrás.

16:35

¿Por qué me empeño en tirar siempre por este camino si yendo por "La Cruz" llego en seguida? Me gusta torturarme, o me gusta perderme, una de dos.

"...Oh no, I said too much, I haven't said enough... That's me in the corner..."

16:45

Vale, por fin me he encontrado, el antiguo colegio de "Ninetales", no sé como coño he llegado aquí, pero estoy bastante cerca de donde quería ir a parar. Definitivamente, me gusta perderme. Perder el tiempo. Como lo he estado perdiendo este curso. Mi pequeño alter-ego se ha burlado cuál monarca ante un vulgar bufón. Cada día lo odio más; lo que empezó siendo un ser bello, agradable, tierno, se ha transformado en algo indigno, impuro, falso, irreal. Me debe muchas horas de sueño, y muchos quebraderos de cabeza. El comprarle el regalo a mi hermana me recuerda inevitablemente su existencia. La misma tienda, el mismo objeto. Otro día lluvioso. Pero este regalo sí que va a ir a parar a quién va dirigido. No volveré a ser tan pagafantas por alguien que no lo merece, palabra. Cada uno por su lado, porque el pasado no puede compensar el presente.


"...I'm so happy, coz' today I found my friends, they're in my head..."

16:55

- Dependienta: ¿Te puedo ayudar en algo?.
- Josema: Sí, verás, estaba buscando una pulsera para mi hermana, así en rosa claro, algo aparente.
- D: Ve mirando a ver si algo te llama la atención, te voy a buscar algo dentro.
Dios, todo me recuerda a ese alter-ego, incluso me está atendiendo la misma dependienta, ¿qué he hecho yo para merecer esto? La falta de memoria de la que hago gala en los momentos importantes bien podía llamar a mi puerta ahora. Quiero odiarlo, pero en el fondo me da pena.
- D: Ya estoy. Mira tenemos esto que ahora se lleva mucho. Es tela, muy abierta, con brillantes. Para el precio que tiene está bastante bien.
Si la cosa es cumplir. Por mi perfecto, eso mismo, que tengo prisa.
-J: Eso está bien, yo creo que le gustará.
No ha sonado el lector antirrobo. Es gracioso, porque, aunque no haya robado nada, aún le tengo miedo a que vuelva a sonar como aquella vez, que vergüenza.
Sigue lloviendo. El frío hace mella en mí. No me gustan los días así, me hacen rememorar recuerdos dolorosos. Aquél verano que no paró de llover. Volvamos con la música, mi afrodisiaco, placebo y opiáceo favorito. Coldplay no, 3 Inches of Blood tampoco, Nirvana, tampoco, Jimi Hendrix es demasiado alegre para un día gris como hoy. Muse, Muse está bien. Plug In Baby. Reproducir.

16:56

¿Qué estará haciendo Mónica ahora? Joder, como la echo de menos, hace tres horas que nos  hemos despedido y ya la echo de menos. Ella es la luz que ha iluminado esta  insulsa vida, que me ha librado de las garras de Medusa, que me miraba con unos ojos penetrantes, unos ojos que reducían mi alma y evitaban que fuese feliz. He pasado demasiado tiempo sumido en la oscuridad. Quiero estar en la luz, ahora quela he encontrado, estoy a gusto en ella. Pero, a la vez, quiero ser su luz. Se merece ser feliz. Quiero que sea feliz, y ser yo una de las causas de su felicidad, como ella lo es de la mía. Cinco días son muchos días, y su sonrisa es la morfina que necesito para no recaer en mis vicios.

"...Now it's time for changing, and cleansing everything.."

17:15

La vez aquella que leí eso de "Cuando un hombre llora por una mujer es que siente verdadero amor"... Hasta hace poco no me hubiese importado afirmar todo lo que sufrí por mi contraparte, no era la primera que me daba calabazas, casi que estaba acostumbrado, pero después de todo lo que ha pasado, no se merece ni una sola lágrima de mis ojos, ni de los ojos de nadie. Simplemente no se lo merece. Para mí, no hay nada más bonito que la inocencia, ni nada tan aberrante como la falsa inocencia, esa misma inocencia de la que ella ha hecho gala. No quiero seguir dándole vueltas a su existencia, me es totalmente indiferente. Ahora soy feliz, muy feliz. Podría decir que he encontrado a mi alma gemela.Ella me hace muy feliz, Es mi ángel, mi ángel con alas de mariposa. Sumamente bellas, pero frágiles como la porcelana.

"Se llamaban, Abelardo y Eloísa..."

Interciso: 19:03 Estoy escribiendo esto en el autobús camino de Trujillo y suena "I don't wanna miss a thing". El cielo empieza a clarear. Tras la tormenta llega la calma. Soy feliz. A día de hoy, si fuese un emoticono, sería el más sonriente.

17:25

Coger rápido la maleta, la funda del portátil, cerrar las ventanas, y a salir echando lechugas para la estación.

17:27

Empieza a clarear. Huele a tierra mojada. Un intento de arcoiris colorea ligeramente el oeste de Cáceres. El césped del rodeo está muy verde. La lluvia es necesaria para que la hierba crezca fuerte. El sol se intenta abrir hueco entre las nubes. Pequelos rayos de sol se entremezclan con las finas gotas de lluvia que chocan en los charcos y en el gran lago. Me recuerda bastante a la lucha de Riku y Roxas. Buscar la luz en el camino de la oscuridad. Esa es mi vida. Me gusta. Sufrir para luego poder saborear mejor la felicidad. Cincuenta días de felicidad, y los que quedan.

"Lucha de gigantes, convierten el aire en gas natural..."

17:35

Estoy hasta los cojones de andar, y ya me han adelantado el L7 y el L8, si me hubiera quedado quieto ya estaría en la estación. Jajajaja. Sexpe. Esperanza Aguirre metida a prostituta. El servicio extremeño de empleo es muy colorista, qué ironía que la vida de quiénes recurren a ello sea tan gris.

"...I've got Big Balls, you've got big balls, he's got big balls, she's got big balls and we have the biggest, balls of the world!..."

17:45

Va a ser un fin de semana muy largo. La idea de emborracharme hasta perder el juicio, meterme de todo, hacer el salvaje, ya no me atrae demasiado. Eso sí que es una pérdida de tiempo. Quiero olvidar mi pasado. El futuro me atrae con bastante fuerza.

17:55

Josema: Uno para Trujillo.
Secretario de Autorres: ¿Para las siete menos cuarto?
J: ¿Para las seis no hay?
S: No. Está lleno.
J: Está bien. Qué remedio...
S: Son tres treinta y siete.

De lujo. Vaya día llevo. Qué ganas de dormir y olvidarme del mundo. Dejo atrás lo que más quiero. Espero que no me eche mucho de menos. Ya que recordaré por los dos a partir de ahora



domingo, 15 de abril de 2012

Origen

Pues se acabó lo que se daba, con un efímero hálito de vida, Ilhuicamina ha salido del mundo de la oscuridad. La puerta se ha abierto. Puede volver a tener la oportunidad de ser feliz. El futuro determinará si la luz guiará sus pasos, o si bien la bestia que el Kisín creó volverá a la vida.
Ahora os dejo los links de todos los capítulos, espero que los disfrutéis:

TOMO 1: ZAMBULLIDA EN EL ABISMO

Capítulo 1º: Perdido en la espesura: http://laminoriaolvidada.blogspot.com.es/2012/02/zambullida-en-el-abismo-1-perdido-en-la.html

Capítulo 2º: Jugando en las sombras...: http://laminoriaolvidada.blogspot.com/2012/02/zambullida-en-el-abismo-2-jugando-en.html

Capítulo 3º: Grito en la oscuridad: http://laminoriaolvidada.blogspot.com.es/2012/02/zambullida-en-el-abismo-3-grito-en-la.html

Caítulo 4º: Falta de aire: http://laminoriaolvidada.blogspot.com.es/2012/02/zambullida-en-el-abismo-arco-final.html

TOMO 2: REDEMPTION

Capítulo 1º: Running away: http://laminoriaolvidada.blogspot.com.es/2012/03/redemption-chapter-one-running-away.html

Capítulo 2º: Oblivion: http://laminoriaolvidada.blogspot.com.es/2012/03/redemption-chapter-two-oblivion.html

Capítulo 3º: War: http://laminoriaolvidada.blogspot.com.es/2012/03/redemption-chapter-three-war.html

Capítulo 4º: Behind the darkness: http://laminoriaolvidada.blogspot.com.es/2012/03/redemption-chapter-four-behind-darkness.html

Capítulo 5º: Home: http://laminoriaolvidada.blogspot.com.es/2012/03/redemption-chapter-five-home.html

Capítulo 6º: Purity/Impurity: http://laminoriaolvidada.blogspot.com.es/2012/04/redemption-chapter-6-purity-impurity.html

Capítulo 7º: Stay away: http://laminoriaolvidada.blogspot.com.es/2012/04/redemption-chapter-seven-stay-away.html

Capítulo 8º: Friendship: http://laminoriaolvidada.blogspot.com.es/2012/04/redemption-chapter-eight-friendship.html

sábado, 14 de abril de 2012

Redemption; Chapter eight, Friendship

8º - FRIENDSHIP

Sorpresas inesperadas.

Reconexión.

Un nuevo mundo brillante.

- Encantado de veros, pero debo irme. - la voz de Ilhuicamina sonaba realmente tranquila, como si hubiese olvidado por un momento el terrible crimen que acababa de cometer. El agredir al sumo sacerdote se castigaba con algo peor que la muerte; la alta alcurnia de la ciudad devoraría su alma comiéndose su corazón cuando este aún latiese. El sacrificio divino a Kisín, el Dios de los muertos. Se necesitaba el castigo eterno de un alma para que los demás sacrificios llegaran a los Dioses misericordiosos, y que, de esta manera, intercediesen por ellos en la vida terrenal. Pero el muchacho ya no adoraba ninguna divinidad. Nadie había intercedido por él en el pasado, no tenía porqué rendir cuentas a ningún ser celestial, y aún menos dejarse sacrificar para el deleite de sus seguidores.
- De eso queríamos hablarte, queremos irnos contigo, buscar otro lugar al que llamar hogar. Lejos de este lugar pútrido, corrupto y lleno de malos recuerdos. - Hiuhtonal sorprendió al muchacho, que la miraba con cara de asombro. No se esperaba esa contestación de alguien a quién acababa de conocer. Como alguien tan frío, serio a simple vista podía guardar tantos sentimientos en su interior.
Tlacaelel y Topiltzin asentían detrás de la muchacha. Sus rostros reflejaban ansias por conocer el mundo fuera de la aldea, del pequeño pedazo de selva del que nunca salieron. El mundo era un lienzo en blanco en el que dibujar su propio destino. Nadie les diría lo que podían o no hacer.
- Está bien - dijo con una amplia sonrisa, expresión que no usaba desde hace mucho - ¿tenéis algún plan de lo que vamos a hacer?
- Al oeste de aquí hay una aldea mucho más mayor que esta, quizás deberíamos intentar colarnos y hacer vida allí, - Topiltzin respondió raudo - con esfuerzo, podremos llegar a ser lo que queramos, ya veréis.
Yo solo quiero ser feliz, pensó Ilhuicamina. Aunque realmente estaba esperanzado. Esta era una nueva oportunidad para empezar de cero, para olvidar el pasado y centrarse en el futuro. 
- Por mi parte, podemos ponernos en marcha ya mismo. - dijo Ilhuicamina
- Perfecto, nosotros ya tenemos todo empaquetado, no llevamos mucho equipaje. - señaló Tlacaelel. - ¿Tú no quieres llevarte nada?.
- No tengo nada, he vivido de lo que me ha dado la naturaleza todos estos años.
- Está bien, ¿nos ponemos en marcha pues?
- ¡Sí! - respondieron todos, casi al unísono.
Uno a uno fueron saliendo de la choza. En cabeza el mayor de todos, Topiltzin, después Hiuhtonal. Siguiéndola de cerca, Tlacaelel y por último, Ilhuicamina, un poco más rezagado, que meditaba sobre si el pasado acabaría por alcanzarle y le seguiría allá donde fuese. Cruzaron hacia el inicio de la selva sin un sólo titubeo, como si fuese una excursión a la orilla del río y a buscar fruta. Nadie miró atrás, salvo Ilhuicamina, que, irónicamente, era el único que no dejaba a nadie allí. Miraba con odio esa tierra baldía, volvía a irse otra vez, pero, esta vez, para no volver. Escupió en el suelo, como muestra de desprecio, asco y rencor hacía esa sociedad en general, y hacía el gran templo en particular. Una sarta de mentiras y de creencias sin fundamentos habían dado el poder sobre el rebaño de borregos a unos egocéntricos que no tenían otra preocupación en la cabeza salvo ellos mismos.
Recorrieron la selva hasta que anocheció, momento que aprovecharon para descansar. Como los dos muchachos se habían pasado media vida en la selva, sabían como preparar unas improvisadas hamacas en lo alto de los árboles, lejos de los depredadores que habría en tierra firme.
A medida que la noche avanzaba la magia de la naturaleza iba aumentando. Las chicas, que no habían pasado una noche así en su vida, se vieron extasiadas ante tanta belleza, y les fue imposible conciliar el sueño. Ninguno de ellos quería dormir esa noche, ya que Topiltzin había estado todo el camino meditando sobre lo que harían cuando llegasen a la ciudad, e Ilhuicamina había procesado un aborrecimiento a dormir, ya que esto llevaba a soñar, y últimamente solo tenía horribles pesadillas.
Los cuatro jóvenes empezaron a hablar de sí mismos, con el fin de que no hubiese secretos entre ellos. Ahora no les quedaba otra cosa que ese pequeño grupo que se acababa de conocer. Solo se tenían los unos a los otros. La conversación comenzó y sin apenas darse cuenta, ya había llegado la mañana.
Para Ilhuicamina, estar desvelado toda la noche no le fue en balde. Esa noche descubrió por ejemplo, que Hiuhtonal huía de unos padres demasiado protectores, que apenas le dejaban salir de casa, tan solo para trabajar en el mercado con su madre, cosa que odiaba, y trabajo que algún día se vería obligada a desempeñar. Tlacaelel y Topiltzin huían buscando una segunda oportunidad, buscaban salir de unos trabajos que odiaban y hacer lo que siempre habían querido. La muchacha, cuidar animales, a los que adoraba, y Topiltzin, salvar vidas, cosa que compartía con Hiuhtonal. Ilhuicamina, al oír todas las posibilidades de trabajo, no lo dudó, se uniría a la pareja de sanadores. Quería salvar vidas, nadie más debía morir antes de tiempo, en vano. Ilhuicamina por su parte les contó su historia, todo lo que le pasó en la selva, y su ajetreado día en Mayaque.
Con el amanecer a sus espaldas, prosiguieron hacia el oeste. Pequeñas líneas de humo negro se veían más y más densas a medida que se iban acercando. El ruido característico de la selva iba dando lugar al de gente gritando, al del choque de piedras y otros ruidos estruendosos.
Pero sus sueños se vieron rápidamente truncados ya que se toparon de bruces con una alta muralla de piedra. Los chicos jamás habían visto una piedra tan lisa. Los hombres debían de haber trabajado realmente duro para poder darle esa apariencia.
Decidieron que buscarían la puerta y amablemente les explicarían la verdad. Bien entrada la tarde fue cuando Tlacaelel gritó que había una puerta. Y así era. Una gran puerta, majestuosa, de la misma piedra que la muralla a la que se le había añadido toques dorados y motivos de dragones. A su lado había una puertecita, mucho más pequeña. Topiltzin golpeó con los nudillos esa puerta, de manera suave, para avisar de que había gente esperando para entrar. Como una exhalación se abrió la puerta. Y tras ella apareció un hombre bajito, de mediana edad, algo regordete y con evidentes síntomas de que estaba perdiendo el pelo:
- ¿Qué queréis niños? - dijo, con una mueca de asco.
- Trabajar - dijo Tlacaelel, que era la más espontánea del grupo.
- Está bien, decidme vuestro nombre, edad, y a lo que os queréis dedicar.
- Tlacaelel, 236 fases lunares, quiero cuidar animales.
- Topiltzin, 240 fases lunares, quiero practicar cirugía.
- Hiuhtonal, 233 fases lunares, quiero ayudar a traer niños al mundo.
- Ilhuicamina, 230 fases lunares,quiero salvar vidas.
- Vaya, cuanto forastero resabiado. Está bien, seguidme, os reuniréis con el gran sacerdote. Él determinará vuestro destino. - sentenció el anciano, mientras gesticulaba con la mano que tenía libre, haciendo ademanes para que los cuatro muchachos entrasen en la villa.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Ilhuicamina, hasta el momento el destino sólo le había otorgado sufrimiento. Estaba convencido de que esta vez no sería diferente.

Las calles estaban empedradas con pequeños ladrillos rojos. Las casas, decoradas con pequeños azulejos en sus paredes, recordaban vagamente a las de Mayaque, solo que estas desprendían un aura especial, mezcla del color de sus calles y del atardecer, que teñía de anaranjado todos los pequeños cristales que decoraban las paredes de las casas altas. Los cuatro muchachos quedaron extasiados ante tanta belleza. Veían allí un futuro que podría sonreirles. Ilhuicamina daba señales de que estaba entusiasmado, a pesar de que seguía igual de hundido siempre. Las escaleras en las que finalizaba la calle principal subían al segundo piso de la ciudad, residencia de los nobles, los sacerdotes y la guardia del templo. Dejaron a un lado los puestos de fruta, verdura, a los animales, y se dispusieron a entrar en el recinto sagrado.
El color rojo fue rápidamente sustituido por blanco. Pureza. Este pequeño detalle dio esperanzas al grupo. Puede que los sacerdotes de este reino no tuviesen nada que ver con los que habían conocido antaño. Puede que aquí no hubiese llegado la corrupción. El grupo siguió andando en línea recta, completamente en silencio, respetando la quietud del lugar, a pesar de que aún se escuchaba el jaleo del mercado que dejaban a sus pies. Personas a ambos lados de las calles los miraban, a la vez que cuchicheaban. Sus murmullos eran ínfimos, casi inaudibles, pero la masa aglomerada en las inmediaciones de la calle principal hacía que ese murmullo se volviese ensordecedor. Los muchachos por fin entraron en el templo. Ante ellos, un anciano con larga barba, de piel blanquecina y canosos cabellos. Vestido con una larga túnica clara, de plateados reflejos, se hallaba sentado sobre un trono de mármol.
- Señor, se presentan ante ust... - gritó el anciano que les había estado acompañando hasta entonces.
- Tranquilo, Atlacatl, los dioses ya me han hablado de ellos, puedes retirarte. - dijo, con voz sosegada, el que los muchachos dedujeron que era el sumo sacerdote.
- Muchachos, los dioses me han hablado de vuestras penurias, de vuestros sueños y ambiciones. El futuro está lejos de ser como cada uno de vosotros desea. Pero será la vida la que os ponga a cada uno en vuestro lugar, no yo. Topiltzin, he visto un gran potencial en ti, puedes llegar a ser un gran cirujano, pero lamentablemente necesitas acarrear experiencia para empezar a atender pacientes. En esta villa, Mayapán, ya que desconocíais su nombre, no podemos obsequiarte con esos entrenamientos, sin embargo, hay una ciudad un poco al sur, Ictelizán, cuyos recursos en lo refente a medicina son los mejores de la zona. Eres dueño de tu propio futuro.
- Me siento honrado porque me haga entrega de esta valiosa información, marcharé en breve pues hacía ese lugar.
- De acuerdo, no esperaba menos. Tlacaelel, los dioses han mencionado tu tenacidad a la hora de buscar tu felicidad y la de los que te rodean. Estaríamos honrados de que te unieses a los cuidadores de los animales domésticos, en periodo de prueba durante varias decenas de fases lunares, claro.
- Será todo un honor, me siento imbuida en felicidad debido a que me den este privilegio.
- Me alegra oír eso. Hiuhtonal. Te permitiremos también entrar en la escuela que enseña los cuidados necesarios para tratar a los enfermos. Espero que tu intelecto ayude a nuestro pueblo en un futuro.
- Me siento muy agradecida, señor.
- En cuanto a ti Ilhuicamina, pequeño al que el Kisín marcó con la estrella negra. Joven apesadumbrado, debes ser más positivo. El futuro te aguarda muchas sorpresas, no todas ellas malas. Eres libre para ser lo que quieras ser en el piso inferior de esta ciudad. Solo déjame decirte una cosa. Ya has encontrado la redención. Nadie tiene nada que reprocharte ne el otro mundo. Ahora está en tus manos el decidir que quieres hacer con tu vida. Desde mi punto de vista, te aconsejo aprovecharla.
- Gracias... - dijo Ilhuicamina, rompiendo a llorar. Lágrimas dulces. Lágrimas de felicidad. Zipatocnal era ya solo un bello recuerdo. No había necesidad de recordar el dolor.
Hoy era el primer día del resto de sus vidas, y la oscuridad no podía ennegrecer esa preciosa puesta de sol.




martes, 10 de abril de 2012

Redemption; Chapter seven, Stay away

7º - STAY AWAY

Dolor interno.

Dolor externo.

Dolor infligido a otras personas.

Sangre inervada. Rabia. Furia. Ganas de matar en aumento. Ilhuicamina estaba colérico. Ciego por el dolor, el odio y la sed de respuestas que le consumían por dentro a una velocidad alarmante. Recorrió como una bestia los amplios corredores del templo. Las esperpénticas figuras recreadas en las paredes le daban aún más dramatismo a la escena. Le parecía extraño que no se le hubiesen cruzado guardias, mas no le dio mucha importancia pues el encuentro con Mixtle le obcecaba tanto que no le importaba como llegar hasta él. El fin justifica los medios, solía pensar. Y esa mentalidad le había llevado a vivir una vida de penurias y venganzas, una tras otra. Siempre igual. Siempre pensando en hacer daño a los demás cuando lo que en realidad lo que necesitaba era que alguien le diese un abrazo. Pero el odio solo genera más odio, y, en ese momento, no había tiempo para mariconadas. Quería a Mixtle muerto. Lo ansiaba. Lo necesitaba.
Los pasillos parecían eternos, tanto subir escaleras, tanto dar la vuelta al toparse con un callejón sin salida, habían hecho enfurecer a Ilhuicamina, más aún si cabe. Al cabo de varios minutos corriendo, el muchacho al fin llegó a la sala principal del templo. Su objetivo debía estar allí. 

- ¡OH PODEROSO MONTECZUMA, DAME PODER PARA ENFRENTARME A LAS AMENAZAS TERRENALES QUE LOS DIOSES OSCUROS ME ENVÍAN!

Una voz ronca gritaba en la otra punta de la habitación. Debía ser el gran sacerdote, invocando a los dioses que un día le dieron a él de lado.

- TUS DIOSES SON UNOS BASTARDOS. IDOLATRAS A FALSAS DIVINIDADES. ¿ACASO TE HAN AYUDADO ALGUNA VEZ? - contestó Ilhuicamina, presentándose así ante Mixtle, que, aunque sabía que estaba en el poblado, no se había percatado de su presencia en la sala.

Giró sobresaltado para encontrarse frente a frente a Ilhuicamina. Hacía años que no se veían. Los sentimientos de ambos se entrecruzaban, peleando el uno con el otro, a pesar de que ninguno se movió del sitio. El aura dorada del sacerdote contra la oscuridad desbordante del salvaje.

- ¿QUIÉN TE HAS CREÍDO TÚ PARA VENIR AQUÍ, AL HOGAR DE LOS DIOSES, A BLASFEMAR DE ESA MANERA?

- ¿QUIÉN TE CREÍAS TÚ CUANDO ME ARREBATASTE MI HOGAR? ¡ROMPISTE UNA AMISTAD POR LA LUJURIA QUE SENTÍAS! ¿Y TIENES LA DESFACHATEZ DE ECHARME EN CARA A MÍ QUE BLASFEME? LOS DIOSES ME ABANDONARON A MI MERCED. TODO HA SIDO TU CULPA... todo ha sido tu culpa maldito desgraciado...

Con lágrimas en los ojos se acercó corriendo al gordo sacerdote, machete en mano. Sin mediar palabra, el puño derecho de Ilhuicamina impactó sobre la grasienta cara de este, que cayó estrepitosamente al suelo. El puño fue seguido de una patada en la cabeza. Y otra, y otra...
Con la cara completamente cubierta de sangre, el sacerdote se hallaba boca arriba, aún consciente, respirando entrecortadamente. Ilhuicamina se encontraba de pie, a su lado, con el cuchillo aún en la mano izquierda, con los nudillos de la mano derecha increiblemente abiertos, desgarrados. La sangre goteaba y manchaba el empedrado suelo del sagrado templo. Se sentó encima de su enemigo. Iba a terminar con todo de una vez. Le agarró por el cuello con una mano, quería verle la cara:

- Tú mataste a Zipatocnal, maldito bastardo. Por tu culpa los dioses reclamaron su alma. Nada de esto hubiese pasado. Todos podríamos haber sido felices, pero tu egoísmo, tu avaricia ha terminado por impurificar nuestras inocentes vidas. Ahora te la arrebataré yo, no mitigará el dolor que siento, pero de este modo no sufrirá más gente inocente...

Levantó el machete con las dos manos, enfurecido. Se disponía a partir el cráneo de aquella bestia cuando una ínfima luz volvió a hablarle en su interior: 

- No lo hagas Ilhuicamina, por favor. Es lo último que te pido. No me gustaría ver como más gente sufre por mi culpa. Estoy bien ahora. No te preocupes por mí. Eres buena persona, no malgastes tu vida cegado por el odio. Te mereces ser feliz. Has sufrido demasiado por mi culpa. Bórrame de tus recuerdos, empieza de nuevo. Te mereces ser feliz...

Las lágrimas corrían por el rostro de Ilhuicamina, y caían encima del sacerdote que se hallaba debajo suyo. Movió los brazos. El cuchillo silbó cortando el viento. Mixtle cerró los ojos con fuerza, acobardado. Ilhuicamina clavó el cuchillo al lado de la cabeza de la que iba a ser su víctima:

- Tienes mucha suerte hijo de puta, no sabes cuanta. - sentenció el desterrado.

Se fue alejando sin mirar atrás, volvería otra vez a la selva, ya no podía continuar en su hogar. Ya no tenía otra patria que los árboles.

- ¡TE ARREPENTIRÁS DE LO QUE HAS HECHO MALDITO ENFERMO! - gritaba en la lejanía el sacerdote, impotente ante el poder de la supuesta oscuridad que el salvaje poseía. 

Pero Ilhuicamina hacía caso omiso de las amenazas, no quería reavivar a sus demonios internos, por lo que se fue sin mirar atrás. Salió del templo, y se dirigió a casa de Topiltzin. Quería despedirse esta vez de su amigo. Quería guardan un único recuerdo alegre de Mayaque. 
Al entrar en la choza de barro se encontró a Topiltzin discutiendo con otras dos muchachas. Todos enmudecieron al ver las ropas ensangrentadas de Ilhuicamina, que se encontraba de pie en el umbral de la puerta:

- ¿Qué has hecho, Ilhuicamina? - preguntó el chico.
- ¿Eres Ilhuicamina? ¡ Cuanto tiempo! - una de las muchachas se acerco corriendo al mozo y le abrazó. Contacto humano. Cómo anhelaba eso. Era la primera vez que se sentía a salvo en mucho, mucho tiempo. - ¿no te acuerdas de mi? Soy Tlacaelel, trabajaba en los campos de recolección contigo. Ella es Hiuhtonal.

Esa era la voz que Ilhuicamina había escuchado la noche anterior. Se sentía aliviado, aún quedaban conocidos que no le recordaban como a un monstruo, un despojo de la sociedad, un paria... Esbozó una extraña mueca, un intento de sonrisa, mas la situación en la que se encontraba y la expresión de Hiuhtonal no favorecieron en nada a que esa mueca se transformase en una sonrisa. Hiuhtonal parecía realmente fría, distante, seria, todo lo contrario que las otras dos personas que moraban en esos momentos la choza. Ilhuicamina se sintió identificado con ella, y sintió la imperiosa necesidad de conocerla mejor. Quizás ella también guardaba un secreto, una vida que nadie más sabía. Quizás era como él. Pero por ahora sería imposible averiguarlo, debía huir de la tierra que le vió crecer. Aunque el destino le deparaba una sorpresa que ni al más juerguista de los dioses se le hubiese ocurrido.

Redemption; Chapter six, Purity/ Impurity


6º - PURITY - IMPURITY

La calidez de la amistad.

El frío de la traición.

Deseos que chocan. Destinos manifiestos.


Ilhuicamina se acercó temeroso a la sala principal de la choza, dubitativo de si debía o no saber todo lo que había acontecido en el pueblo en estos años. Con la mano temblorosa, cogió el respaldo de una silla y se dejó caer sobre esta, como un tucán se posiciona sobre una rama. Topiltzin, cabizbajo, se hallaba recostado sobre la pared, con un maltrecho cigarro en su boca. Su rostro era imposible de descifrar pues la tenue luz de la mañana evitaba que llegase luz solar a su cara.
Tras un silencio que pareció eterno, el chico alto, paliducho, de pelo moreno que se encontraba de pie comenzó a hablar:

- Siento mucho lo que te pasó. Tu no tenías culpa de nada. Pero las premoniciones del gran sacerdote eran inexpugnables, y nadie pudo hacer nada cuando tus padres murieron. Ellos eran el último reducto que defendía tu estancia en Mayaque, sin ellos, fuiste pasto para la tiranía del gran sacerdote. Mixtle, venerado como a un mismo Dios, no dudó en sacarte de su vista, enviarte lejos, desterrarte. Pero todo esto tenía una explicación. La hija de uno de los cazadores, Zipactonal.

Ilhuicamina escuchó como si algo de cristal se resquebrajase dentro de su interior al volver a oír ese nombre. Últimamente todo giraba en torno a ella. Y cuando salía de esa vorágine de malos recuerdos no hallaba más que odio, dolor y sed de venganza. Pero continuó escuchando, a pesar de que casi no podía aguantar las lágrimas:

- Posiblemente no conocieses a esa muchacha, puesto que era de una casta superior, pero los otros cazadores me han dicho que se pasaba las horas mirando por las ventanas del gran mercado. Las ventanas desde las que veían todas las cosechas de maíz. Decían entre risas que alguien debía llamarle poderosamente la atención, y que ojalá se hubiese fijado más en los cazadores, y no en los nenazas esos que cogían verduras y hortalizas del suelo.

El muchacho escuchaba atónito la conversación. Esto no podía ser real. Esa Zipactonal no debía ser la que él conocía. Y si así fuese, seguramente no se hubiese fijado en él, eran cientos de mozos los que recogían maíz y trigo en aquellas cosechas. Aunque cabía la posibilidad. Esto cambiaba todos sus esquemas. Su primer encuentro no había sido mágico. Estaba adulterado por un deseo previo de la muchacha. Debía ser imposible. No la había visto en la vida. No podía ser verdad.
Topiltzin prosiguió:

-  Pues bien. Mixtle puso sus ojos en ella. De entre todas las jóvenes del reino, se fijó en ella, y procedió a cortejarla. Estaba muy ilusionado, ya que ninguna mujer había rechazado nunca a un gran sacerdote. Su posición le daría los lujos que nunca hubiese imaginado. Cuán grande fue su sorpresa cuando esta zagala le dijo que no estaba interesada en él, sino en otro muchacho. Tú eras eres muchacho, Ilhuicamina. Por eso te desterró. Te quería lejos de Zipactonal.

Esto le sentó como un jarro de agua fría. Por fin se había quitado la venda que tanto tiempo le había impedido ver. Mixtle, que había sido su amigo cuando iban a la escuela, le había provocado un daño horrible.

- Pero eso no es todo. Tras tu marcha, Zipactonal estaba sumida en la amargura. Su contagiosa risa no sonaba más. Apenas hablaba con todos los demás y, de la noche a la mañana, desapareció. Huyó de casa y se adentró en la espesura de la selva. Te buscaba.

Ilhuicamina estalló de rabia, ya no podía soportarlo más, cada una de las palabras que Topiltzin decía se le clavaban en la conciencia como flechas envenenadas. Se sentía culpable por la muerte de Zipactonal. Aunque había alguien que era aún más culpable. Mixtle. El artífice del Caos. El Kisín humano. El lobo vestido de cordero. Quería explicaciones, o eso deseaba pensar, porque en el fondo, la rabia volvía a cegarle. La locura, la oscuridad, volvían a apoderarse de su cuerpo. Se vaticinaban más sangrías, solo que esta vez, disfrutaría matando.
Se levantó de un golpe de la silla y corrió hacia la ventana. Fue tan repentino que Topiltzin se tropezó y cayó al suelo. Ilhuicamina cogió un machete que su amigo utilizaba para cazar, y saltó por la abertura en la pared de barro. Corrió por todo el poblado, perdido, buscando la forma de alcanzar el gran templo, que se hallaba en la parte más alta de la ciudad. Recorrió calles y calles, casi sin aliento. Cogiendo fuerzas de donde no las había. La locura le daba el poder. Esta vez no necesitaba del fruto del Árbol de las Ánimas para sentirse poderoso. Era consciente de que no sería capaz de llegar hasta su objetivo, su guardia era inmensa, y estaba mucho mejor armada que él. Tendría suerte si consiguiese salir con vida de la escaramuza que estaba a punto de protagonizar, pero no temía lo que el destino le deparase, se levantaría una y otra vez hasta vengar la muerte de su amada.
Las calles llegaron a un final, un gran edificio que se elevaba hasta el cielo. La majestuosidad del recinto no amainó la ceguera de Ilhuicamina, que prosiguió enfurecido su marcha, ahora a un paso más taimado.
Dos guardias se encontraban charlando en la puerta, cuando vislumbraron al atacante, se dispusieron a asaltarle, mas sendos golpes en sus sienes con los puños desnudos de Ilhuicamina les dejaron en un estado inconsciente.
El muchacho se hallaba embravecido, y nada ni nadie podría detenerle. Aunque no tenía ni idea de lo que estaba a punto de ocurrir.